
El cabás es
un maletín de material resistente, cuero generalmente, con un asa. La palabra
tiene origen provenzal, cabas, del latín vulgar capacium, capazo o capacho
(originalmente, en Francia, cesto que servía para llevar provisiones de boca).
El maletín de los médicos es algo tan antiguo como misterioso. Su primera salida a escena de la historia data del año 305 a.C., bajo la nombradía de Corpus Hipocrático. Durante el transcurso de los siglos su función ha permanecido inalterada: la de mero contenedor y transportín de todo el equipo y medicamentos que el médico necesita para aliviar el sufrimiento de a quienes visita.
Estas maletas nacieron en el siglo XIX de la mano de un comerciante de cuero llamado J. G. Beard, quien creó la bolsa que a muchos se nos viene a la mente cuando pensamos en un maletín médico. Y le puso el nombre de William Gladstone, el primer ministro británico, a quien admiraba mucho.
Este maletín resultaba especialmente cómodo por su particular diseño, ya que su parte superior se abría con amplitud y permitía al médico bucear cómodamente entre sus bártulos para hallar rápidamente el más adecuado.
Hace 25 siglos, los médicos de tiempos hipocráticos eran ambulantes, artesanos que aprendían de sus padres el oficio, que iban de pueblo en pueblo, de isla en isla, ofreciendo sus servicios, aliviando, sanando y operando, por eso eran llamados Periodeutas, estos médicos griegos ejercían el oficio llevando una caja de madera donde transportaban sus remedios y sus instrumentos.
Dos mil cuatrocientos años después, con la aparición del médico de cabecera del siglo XIX y la primera mitad del XX, llega a su apogeo el maletín médico de cuero que reemplaza a la primitiva caja de madera, Cabás que se convierte con el paso del tiempo en el símbolo del médico, quien lo utiliza para llevar el fonendoscopio, instrumento que lo ha terminado desplazando como símbolo del médico desde la segunda mitad del siglo XX, el esfigmomanómetro, el termómetro de mercurio, el estetoscopio de Pinard y el martillo de reflejos; los bajalenguas, el equipo de órganos de los sentidos y la jeringa de vidrio con sus respectivas agujas hipodérmicas de diversos calibres; no falta el equipo de pequeña cirugía, además del algodón, el esparadrapo, los guantes, el torniquete, los vendajes y las gasas; los antisépticos, los anestésicos, los calmantes y el infaltable recetario y miles de pequeñas raspaduras y peladuras que evidenciaban su continuado uso.